España es una gran potencia
editorial, pero todavía no lectora. En nuestra sociedad, leer no es un
ejercicio normalizado. Además, la lectura está sufriendo, cambios importantes,
ahora se lee más como fuente de información que como fuente de conocimiento.
Sabemos que es importante
fomentar el ejercicio habitual de la lectura, ya que aporta al individuo muchas
cosas, como: desarrollo personal, facilidad para comprender el mundo y sus
transformaciones, instrumentos para la crítica y capacidad para comunicarse con
los demás en diversos contextos. Pero en ocasiones, conceptos como promoción,
animación o mediación, referidos a la lectura, se confunden y malinterpretan.
La verdadera lectura es la
voluntaria, la que no tiene ninguna finalidad más allá de ella misma.
La
sociedad tiende a adjudicar a la escuela, injustamente, toda la responsabilidad
en la adquisición de hábitos lectores, pero la lectura escolar es claramente
instrumental, y esto hace que los alumnos huyan de ella, ya que los primeros
contactos con el libro son de vencimiento de obstáculos; primero, el de descifrar
los signos gráficos y el de relacionarlos con el significado del léxico y del
discurso; después, el de la comprensión de los distintos saberes.
El hábito de la lectura
voluntaria suele adquirirse en casa, con la práctica de la lectura en la
familia. Lo más eficaz para que un niño lea es, que vea leer. Tras la familia, estaría la escuela y la
biblioteca.
El auge de los medios
audiovisuales y las nuevas tecnologías de comunicación implican modificaciones
en el uso del lenguaje y en las capacidades de razonamiento. Internet es una
excepcional manera de democratizar el acceso a la información, pero no deja de
ser una lectura instrumental y se exige otro proceso, de comparación, con
análisis de argumentos, oposición de contrarios, complementación de
divergencias, encadenamiento lógico que lleve a conclusiones, etc.
El objetivo único de la animación
a la lectura debiera ser la mejora de los hábitos lectores de los individuos a
quienes se dirige la animación y lograr crear en ellos hábitos lectores
estables. Esto requiere unas condiciones previas: Que la actividad sea libre,
gratuita y continuada. Que los libros elegidos sean adecuados a la edad de sus
destinatarios. Que esos tengan calidad literaria. Que sean textos completos. Que
la experiencia pueda ser comunicada a los demás.
Existen también elementos
negativos en una animación, como la obligatoriedad y que esta se identifica con
un trabajo de clase más, que el libro elegido ya se haya usado con otro fin,
que la animación conlleve premios o castigos, que el libro no conecte con los
destinatarios, que la animación obligue a un trabajo anterior fuera de la
propia animación o que cuando el texto elegido sea fragmentado, tenga
insuficiente vida propia.
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