Desde los inicios de la literatura infantil y juvenil, el
adulto ha sido quien ha hecho la selección de las obras en función de sus
pensamientos, creencias y gustos. Él cómo hacerlo de una forma lógica es objeto
de debate.
La LIJ continúa sin ser reconocida y la crítica a sus obras
no es destacada. Durante el siglo XX, con el desarrollo de la psicología
infantil, se empieza a reflexionar sobre el análisis de las lecturas. Esto,
ligado al gran volumen de producción de libros hace necesaria una selección de
obras que sea lo más fundamentada posible.
El principal problema es que es un adulto el que va a
seleccionar libros para niños, por lo que necesita una formación muy específica
que le capacite para esa labor. Se necesitan conocimientos filológicos,
pedagógicos y psicológicos, y es fundamental que el crítico de libros sea un
lector habitual.
La crítica es una opinión fundamentada que atiende al lector
y a la propia obra. Hay distintas variantes de crítica, lo que da lugar a
distintas opiniones sobre cómo hacer la misma: mayor o menor subjetividad, las
opiniones y sentimientos que se muestran...
La función de la crítica, realizada por un adulto y para un
adulto, es resaltar obras que vale la pena leer, y dar cuenta de libros que
están sobrevalorados y que tienen una importancia que no se corresponde con su
calidad.
Para que la crítica sea convincente, se tienen que poder
sostener las opiniones y tener un punto de vista propio e independiente
El gran volumen de producción, la falta de un espacio
definido para la crítica literaria infantil, ausencia de formación desde la
filología y desinterés por parte de los destinatarios añaden dificultad a la
tarea de la crítica, pero la literatura infantil necesita dar cabida un espacio
para la opinión y valoración de obras, ya que permitirá diversificar tendencias
y potenciar este tipo de literatura.
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